Marcos y Elsa tienen 16 meses. Ella, desde que tenía apenas 4 meses se afanaba con esmero en manipulaciones finas: tendida sobre su mantita, dedicaba largos ratos a intentar agarrar los muñecos colgantes y cuando esto sucedía gritaba de emoción. Más tarde, sentada en el suelo metía una y otra vez una ficha por la rendija de una mesita baja. Sin embargo, Marcos pasaba su tiempo principalmente en intentar ponerse a gatas o incluso agarrarse a cualquier objeto estable que tuviera al alcance y ponerse de pie. Bien pronto disfrutaba trepando escaleras o subiendo y bajando del sofá.
Casi tienen año y medio y parece que los papeles se han invertido. Él disfruta ensartando aritos en un estrecho palo o intentado meter la llave en su cerradura. Ella, sin embargo, no tiene tiempo para ese arte que tanto domina, prefiere, sin embargo, perfeccionar su motricidad gruesa, andando sin descanso y trepando cada vez que un sillón se le pone por delante.
Sus madres, con un suspiro sonríen de placer. Les da vergüenza confesar que hubo un tiempo en que pensaron que no era normal el desarrollo de sus hijos, que algo les faltaba. Es lo que sucede cuando nos dedicamos a comparar. Sin embargo, juntas decidieron confiar en el proceso individual de cada uno de ellos. Ahora bien, ellas les ofrecerían cuantas oportunidades estuvieran en sus manos para potenciar todas sus capacidades de acuerdo a su estado evolutivo. Para ambos niños, espacio para moverse y juegos de motricidad fina. Y que cada uno eligiera lo que quisiera en cada momento.
María Montessori, doctora italiana conocida por su metodología pedagógica, postulaba que la mejor forma en que los niños aprenden es en un ambiente de libertad en un medio preparado. Nuestro hijos quieren de forma innata aprender todo de la vida. Por eso observan, nos copian, ensayan incansablemente, preguntan, repiten… No hace falta que los empujemos al aprendizaje, ellos solos tienen esa necesidad vital. Lo que nos toca a nosotros, los adultos, es proporcionarles los estímulos necesarios para que el niño sienta que su afán por aprender está siendo satisfecho.
Montserrat Reyes
Montse está precioso tu artículo, porque descubrir a los niños tan sólo observándolos en sus procesos de desarrollo es una de las características que debemos cultivar como adultos responsables de aquellas almitas y darle un ambiente preparado para que puedan aprender por sí mismos.
ResponderEliminarMuchos cariños,
Myrza