Hace unos días pasé unas horas con un niño de 5 meses que conocí en ese mismo instante, se llamaba Peter. Cuando entré estaba con su madre en la mochila canguro. Si bien sólo le veía sus ojos, en ellos se adivinaban un amplia sonrisa. En esta edad en la que el miedo al extraño todavía no se ha instaurado, me aceptó sin problemas. Su mamá se marchó y no puso ninguan objeción. Pasamos 4 horas juntos.
Las madres me suelen explicar qué necesitará su hijo durante esas horas: cuándo le tocaría comer, o dormir, cuándo le cambiaron el pañal... Esas indicaciones me ayudan bastante, aunque siempre constato que son los bebés los que me dicen qué necesitan....
Durante estas horas él me iba diciendo si quería comunicarse, dormir o comer. O jugar: e repente, a pesar de estar delante de él hablándole, ya no me miraba, no parecía interesado, giraba su cabeza y se concentró en un juguete. Intentó cogerlo con el brazo más cercano y luego con el otro... pum... quedó boca abajo. Bien, por fin agarró el objeto que deseaba, lo manipulaba, agachaba la cabeza para metérselo en la boca. Hablaba con el juguete, consigo mismo, qué más da. Y luego se puso a cuatro patas, emitiendo grititos, se balanceaba hacia adelante y hacia detrás. Se cansaba y de nuevo boca abajo. Este era su tiempo de investigar el mundo, así que lo dejé tranquilo, en su juego, en su aprendizaje, en su investigación de sus capacidades y las características del mundo físico que le rodea.Durante este tiempo también hubo unos minutos de siesta. Y al levantarse parecía hambriento, supuse, porque no le calmaba le hecho de que le hablara, ni el dejarlo en el suelo... le calenté el biberón de leche materna que su madre había dejado en el frigorífico y al mostrárselo fue evidente su alegría. De hecho se lo bebió con ganas, disfrutando, mientras me miraba la cara.
Entradas relacionadas:
La comunicación en bebés menores de 6 meses
Psicomotricidad gruesa en bebés menores de 6 meses
Montserrat Reyes
No hay comentarios:
Publicar un comentario