De entre todos los aspectos de la crianza que tienen distintas prácticas a lo largo de nuestro planeta, el manejo del sueño de nuestros bebés es quizás el más controvertido. Compartir o no el descanso nocturno con los hijos es algo que los padres deciden, sean conscientes o no, según las tendencias culturales de su hábitat, ya que no hay evidencia científica que establezca que es mejor para los bebés dormir solos. De hecho existen estudios (Dr. James McKennas) que muestran que fisiológicamente es mejor para los bebés dormir acompañados.
Aunque no existe data que lo demuestre, muchos adultos piensan que dormir acompañados fomenta la dependencia emocional del niño, aspecto considerado negativo para algunas sociedades . En Estados Unidos y en algunos países occidentales esta decisión es incluso ocultada porque se juzga como extraña, patológica o incluso pecaminosa. Lo que la antropología nos dice es que en las culturas en las que el objetivo es integrar a los niños en la sociedad, los bebés están siempre junto a los adultos, incluso de noche. Aquellas que consideran primordial la independencia y la autoconfianza para tener éxito en la vida fomentan que los bebés duerman solos.
Los estudios experimentales del Dr. Mckenna, donde mamás y bebés eran estudiados durante el sueño (tanto en la misma cama como en distintas habitaciones) arrojaron las siguientes observaciones:
- Cuando una madre y su bebé duermen juntos están fisiológicamente ligados. Los movimientos y respiraciones de uno influyen en el otro.
- La mayoría de las parejas observadas duermen cara a cara, que demuestra ser importante para la regulación de la respiración, temperatura y frecuencia cardíaca del bebé.
- Las mamás repetidamente besan, tocan, reposicionan al hijo. Instintivamente, e incluso medio dormidas, lo alejan del peligro.
¿Qué es lo correcto entonces? Lo que más me impacta es oír a profesionales sanitarios de la pediatría y educadores infantiles, cuyas opiniones son tenidas en cuenta por la mayoría de los padres, criticando abiertamente a padres por dormir con sus hijos, considerando esta decisión como una debilidad de los adultos que influye negativamente en el desarrollo global de sus hijos. No hay evidencia que demuestre que dormir con los hijos es algo negativo para los hijos, para los padres o para ambos. Tengamos en cuenta que cuando damos un consejo, prácticamente estamos dando nuestra opinión, lo cuál no está mal, siempre que los padres que reciben esas opiniones no crean que, como profesionales de la infancia, estamos ofreciendo una evidencia sostenida y basada en teorías estudiadas.
Para leer más sobre el estudio sobre co-sleeping puedes visitar esta enlace
Fuente: SMALL, M.F. Our babies, ourselves. How biology and culture shape the way we parent. Ed. Anchor Books (ebooks).
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