Todos los adultos, seamos padres o no, tenemos una opinión más o menos firme sobre cómo educar a los hijos. Generalmente creemos que nuestras ideas sobre cómo criar niños felices y sanos son las más adecuadas, incluso aunque no hablemos de nuestros hijos (o quizás ni tengamos). Sin embargo, pocos somos conscientes de que esas creencias son una mezcla de varios factores: de lo que aprendimos de nuestros padres, de nuestras vivencias sobre cómo todo eso podría mejorarse y de lo que la cultura en la que vivimos dice que es correcto.
La
etnopediatría es una rama de la antropología que estudia la influencia que la
cultura tiene en la forma de criar a nuestros descendientes. Cada cultura tiene
unos valores e ideales sobre cómo deben ser sus miembros y en función de lo que
se espera de cada uno de nosotros así educamos de una u otra forma. Por
ejemplo, la cultura estadounidense valora a ciudadanos independientes y con
alta autoestima, ambas actitudes necesarias para conseguir un puesto
privilegiado en una sociedad altamente competitiva. Es por ello que desde el
nacimiento se favorece el desarrollo de estas cualidades: las mamás americanas
hablan a sus bebés para que éstos adquieran habilidades expresivas prontamente,
ya que ello es considerado una actitud importante para el éxito. Por el
contrario, los nómadas Kung San de Botswana (África) viven en pequeñas comunidades donde el
sentimiento de “pertenencia al grupo” es de vital importancia para la
supervivencia. Las madres dedican poco tiempo al alabar y hablar con sus
hijos, ya que consideran que eso les haría sentirse más especiales en un
entorno donde el sentimiento de igualdad es necesario para trabajar por la
comunidad.
Por lo
tanto, en función de los valores de la cultura donde vivimos así criamos. No es una cuestión de egoísmo, de
ignorancia, de desarrollo o retraso. Para adaptarnos a nuestro entorno, a
sus características físicas, sociales y económicas, valoramos ciertas actitudes
que transmitimos a nuestros hijos. Aún así, los padres deberíamos tener en cuenta que
hay más alternativas más allá de aquella que pensamos que es “completamente
adecuada” para la educación y crianza de los hijos.
Sin
embargo, los recién nacidos de todo el planeta nacen con las mismas necesidades
biológicas. Están equipados con unas herramientas de supervivencias que se
asemejan en gran proporción a aquellas de nuestros antepasados hace miles de
años. Ahora bien, el desarrollo económico y tecnológico tan rápido de nuestros
tiempos ha impuesto unos cambios en nuestra cultura que influencian definitivamente en los estilos de crianza. El problema surge
cuando estas nuevas estrategias parentales chocan con la realidad fisiológica
(y psicológica) de los recién nacidos:
- Si éstos necesitan presencia y cuidado continuo de su madre (o un adulto de referencia) durante los primeros meses… ¿cómo satisfacer esta necesidad en culturas donde ambos padres deben trabajar para sustentar a la familia?...¿con la estancia en guarderías de bebés desde los 4 meses de edad?
- La resistencia a dormir con los bebés ¿se debe a necesidades reales de los infantes o de los padres? ... ¿está demostrado que es mejor para los pequeños?
- Ante las rabietas de nuestros hijos ¿cómo responden las distintas culturas? ¿existen culturas cuyos niños lloran menos en comparación con otras?
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SMALL, M.F. Our babies, ourselves. How biology and culture shape the way we parent. Ed. Anchor Books (ebooks).
Montserrat Reyes
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