Montse y yo hemos hecho un curso de reflejos primitivos. Hace bastante tiempo que el tema nos resulta atractivo y la razón es que al profundizar en los reflejos hemos empezado a encontrar respuestas a algunos de los problemas psicomotrices del bebé que hasta ahora nos traían de cabeza: ¿por qué muchos bebés no se lanzan al gateo, aunque parecen preparados para ello? ¿Por qué no se sientan solos, o les da miedo voltearse de boca abajo a boca arriba? La respuesta puede estar en los reflejos primitivos. Lo más interesante no es que puedan explicar el porqué, sino sobre todo que ofrecen soluciones para que ese bebé siga desarrollándose sin saltarse etapas.
Los reflejos primitivos están presentes al nacer el bebé y le ayudan a sobrevivir los primeros meses. Sin embargo para que el pequeño pueda seguir evolucionando llega un momento en el que tienen que desaparecer o inhibirse, y los problemas llegan cuando el reflejo no se inhibe, es decir, sigue activo. ¿Por qué ocurre esto? En general, en niños sanos, por todo lo que ya hemos explicado
en otros artículos de este blog El abuso de las sillitas, los maxicosis, los andadores, pero sobre todo la falta de libertad de movimiento en los primeros meses, suele tener consecuencias en el desarrollo motor, al principio, y en otras áreas como la atención, más adelante.
Para quien quiera saber algo más de los reflejos primitivos, os dejo a continuación un artículo que publiqué hace unos años en la revista Ser Padres.
Los
reflejos del bebé
Respiramos gracias a
un reflejo, parpadeamos gracias a otro, y si una mosca se posa en
nuestro brazo la espantamos sin darnos siquiera cuenta. ¿Es eso a lo
que nos referimos cuando hablamos de los reflejos del bebé? Sí y
no. Los llamados reflejos primitivos son reflejos, sí, pero
exclusivos del bebé y se diferencian de los demás en que no son
para toda la vida. Cumplen una función específica, evolucionan y se
inhiben. ¿Qué hacen, cómo funcionan?
Cómo funcionan
Cualquier embarazada
que empiece a leer sobre cómo ha de poner el bebé la boca para
mamar, se desanima: ¿cómo conseguirá que el bebé coloque la
lengua de esa particular manera, un poquito fuera, pero ahuecada…
cómo conseguir que después abra mucho la boca y coja justo la
porción de areola correcta? No debería preocuparse, en realidad,
porque el bebé nace con un reflejo, el de succión, que garantiza
que lo hará por sí solo si se le deja tranquilo en contacto con el
cuerpo y el olor de la madre. No hay que meterle el pecho en la boca,
ni pellizcar el pezón para que entre lo justo… Su reflejo es mucho
más preciso que todo nuestro conocimiento.
Imaginemos que
llegamos a un nuevo trabajo cuyo funcionamiento desconocemos por
completo. Pero hay cosas tan importantes que no pueden esperar a que
aprendamos a hacerlas. ¿Qué ocurriría si pudiéramos hacer
automáticamente (y sin saber cómo) el trabajo más urgente mientras
aprendemos el funcionamiento del sistema? Pues así, más o menos,
funcionan algunos reflejos del recién nacido.
Hay muchas cosas que
el bebé necesita para sobrevivir pero su cerebro inmaduro no tiene
capacidad de ordenar, ni sus músculos de ejecutar voluntariamente.
Mientras desarrolla las conexiones neuronales necesarias toma el
control su cerebro más antiguo y pone en marcha un programa que
activa automáticamente ciertos comportamientos en presencia de
determinados estímulos. Hasta que aprende. Antes de los cuatro meses
el bebé puede succionar cuando quiere. El reflejo ha quedado
integrado en este acto voluntario.
“Son conductas
protectoras o de supervivencia”, apunta Trinidad Cosano, logopeda y
experta en reflejos primitivos. Los reflejos permiten que el bebé se
adapte a un nuevo mundo en el que se enfrenta a la gravedad, a la
necesidad de alimentarse, a la separación, a los peligros.
El martillo y la
rodilla
Hay reflejos cuya
función no tenemos tan clara como la del reflejo de succión. Por
ejemplo el de marcha, ése que el pediatra testa cuando pone al bebé
sobre la mesa y éste sube un pie y luego otro, como si caminara.
¿Para qué le sirve este reflejo al bebé, qué nos dice? Aquí nos
remitimos al martillo y la rodilla. Cuando el médico golpea nuestra
rodilla y la pierna sale disparada hacia delante (¡qué sorpresa!)
está testando no cómo funciona la rodilla, sino nuestro sistema
nervioso.
Así que cuando el
pediatra coge al bebé de dos meses por las axilas y lo hace
“caminar” comprueba a través de ese reflejo activo que el
sistema nervioso del bebé posee la información y estructura
necesaria para, meses más tarde, permitir que el bebé camine. A los
dos meses, normalmente, este reflejo ha desaparecido. No se trata de
empezar a andar ya. Pero la estructura que lo permitirá está.
¿Cuáles son algunos
de los principales reflejos del bebé, qué función tienen, cuándo
aparecen y desaparecen, cómo favorecerlos? ¿Podemos encontrar
problemas?
Algunos reflejos
del bebé
Reflejo de Moro: A
todos nos ha sorprendido: de repente ante un movimiento un poco más
brusco o un ruido fuerte el bebé se levanta instantáneamente, abre
los brazos y las piernas hacia fuera, realiza una inspiración rápida
y (esto no lo vemos) libera las hormonas del estrés; después pliega
los brazos y las piernas y puede terminar en un estallido de llanto
si la impresión ha sido muy fuerte. Esta respuesta es como si se
accionara una palanca de emergencia, cuenta Sally Goddall en su libro
“Reflejos, aprendizaje y comportamiento”. Se cree que se pone en
marcha ante un peligro, y como mecanismo de supervivencia en los
primeros meses parece que sirve para adaptarse a los cambios (ruido o
movimiento fuertes), también para alertar y pedir ayuda; se le
considera precursor del futuro patrón de lucha-huida. Aparece a las
nueve semanas en el útero y se inhibe entre los 2 y los 4 meses, que
es sustituido por el reflejo de sobresalto o Reflejo de Strauss.
Reflejo palmar de
agarre: Nos hace gracia cuando le acercamos nuestra pulsera y él
la agarra con tal fuerza que, si tiramos de ella, podemos levantarlo.
“¡Mira qué fuerte!”, decimos. Muchos monos viajan agarrados de
sus madres gracias a este reflejo, y durante mucho tiempo se pensó
que era vestigio de nuestro pasado primate. Pero no es sólo eso. El
reflejo palmar hace que durante los primeros meses, en los que el
niño no tiene ningún control de sus extremidades, vaya ejercitando
la mano. Si no fuera por este reflejo el bebé casi no movería la
mano. Entre los 2 y los 3 meses, cuando el bebé empieza a agarrar
voluntariamente, se integra. Los movimientos y estimulación de la
mano están directamente relacionados con el desarrollo de la
inteligencia del niño.
Reflejo tónico
asimétrico cervical, o el espadachín de esgrima. Cuando el bebé
tumbado boca arriba gira la cabeza hacia un lado, estira ese brazo y
esa pierna, y flexiona el brazo y pierna contrarios. Parece un
espadachín. Es un gran ejercicio para aumentar el tono muscular de
uno y otro lado del cuerpo, tiene una gran influencia en el
desarrollo del equilibrio y también se relaciona con el desarrollo
de la coordinación ojo-mano. Este reflejo debe integrarse o
inhibirse para que el bebé pueda gatear con soltura. Aparece ya en
el útero y suele inhibirse hacia los 6 meses de vida.
Reflejo de
búsqueda, aparece en el útero entre las semanas 24 y 28, y se
inhibe a los 3-4 meses de vida. Al tocar suavemente la mejilla el
bebé girará la cabeza y abrirá la boca, con la lengua fuera,
preparado para succionar. Un bebé recién nacido no puede llevarse
el alimento a la boca, pero este reflejo le ayuda a dirigir su cabeza
hacia el alimento y hacerse con él. El reflejo de búsqueda se une
al de succión y al de deglución para garantizar que
el bebé se alimenta correctamente.
Reflejo espinal de
Galant, aparece a las 20 semanas de la concepción y se integra
(o inhibe) entre los 3 y los 9 meses después de nacer. Cuando el
bebé está boca abajo y le tocamos a un lado de la columna, gira la
cadera hacia el lado que tocamos. Se piensa que ayuda al bebé a
bajar por el canal del parto, y es importante en el desarrollo del
equilibrio.
Tónico
laberíntico, relacionado con la posición fetal. Ayuda al niño
a adaptarse a las nuevas condiciones gravitacionales. El reflejo hace
lo siguiente: cuando el niño está tumbado y flexiona la cabeza
hacia delante, los brazos y las piernas se flexionan también hacia
delante, en postura fetal; cuando estira la cabeza hacia atrás, el
cuerpo se estira entero. Mueve todo el cuerpo solo con la cabeza y
consigue una posición de mayor equilibrio. Se activa, como el de
Moro, por aspectos relacionados con el sistema vestibular: un sonido
fuerte, el movimiento de la cabeza, un movimiento brusco en el
espacio, lo ponen en marcha. Debería estar integrado a los 3-4 meses
de nacer.
Reflejo de Landau:
al mes de vida, o antes, el bebé que está boca abajo en la cuna
empezará a levantar la cabeza, y pocas semanas después cuando eleve
la cabeza también elevará el pecho. Hacia los cuatro meses, elevará
cabeza, tronco y piernas. Es un reflejo que favorece el tono muscular
de cuello y columna, un tono fundamental para cuando el bebé empieza
a tener control sobre los movimientos de su cuerpo. Además permite
al bebé que está boca abajo que se le queden las manos libres, para
explorar mejor su alrededor.
Reflejo de
Babinski, se desarrolla en el primer mes y debería inhibirse
hacia los 2 años. Cuando trazamos una línea en la parte externa de
la planta del pie, desde el talon hasta el meñique, el niño
extiende todos los dedos del pie en abanico. Prepara los pies del
bebé para andar. La estimulación natural de la planta del pie, en
contacto con las superficies y texturas de la vida diaria, ayuda a su
integración.
Evolución de los
reflejos
Para que el bebe pueda
alcanzar un control voluntario de su cuerpo todos estos reflejos han
de ser integrados en la conducta. Tienen su función, que normalmente
termina cuando son sustituidos por movimientos voluntarios, es decir,
cuando el cerebro superior toma el mando. Si persisten dificultan que
el niño adquiera destrezas necesarias. No son como el parpadeo, que
lo necesitamos para siempre.
El bebé busca
instintivamente la forma de estimular esos reflejos. ¿Podemos
nosotros favorecer su maduración e integración? Sí. ¿Cómo? “A
través del juego y la libertad de movimiento”, apunta Trinidad
Cosano.
Lo hacemos de forma
instintiva cuando ponemos nuestro dedo en la mano del bebé de un
mes, sorprendidos por la fuerza con la que lo agarra. “¡Mira!”,
decimos a los demás. Cada vez que hacemos eso estamos ayudando a
madurar al reflejo de agarre.
Cada vez que le damos
el pecho o el biberón, y lo dejamos junto a su mejilla para ver cómo
se gira y lo toma, estamos favoreciendo la maduración del reflejo de
búsqueda, de succión y de deglución. Cada vez que lo dejamos boca
abajo en el suelo y jugamos junto a él, el de arrastre…
Cada vez que le
ponemos unos zapatitos que no necesita estamos dificultando que
integre el reflejo plantar, o de Babinski, cada vez que lo dejamos en
una hamaquita sin posibilidad de moverse libremente, estamos
dificultando que integre todos los reflejos relacionados con la
postura y el movimiento… Acompañarlo estimulando su curiosidad y a
través del contacto es muy importante. Porque, ¿qué ocurre si no
integra un reflejo?
¿Problemas?
Los reflejos que se
mantienen activos más allá del tiempo correspondiente pueden
convertirse en un problema. Si nuestro hijo de 5 años se pone en
clara alerta cada vez que ve a un extraño, se tensa físicamente, da
unos pasos hacia atrás, es extremadamente tímido ante cualquier
situación nueva, necesita un espacio de seguridad a su alrededor y
seguimos diciendo “es que extraña mucho”… Es posible que tenga
un reflejo sin integrar, el que coloquialmente conocemos como de
miedo paralizador, que aparece y se integra dentro del útero y se
convierte en un problema cuando el niño tiene ya cuerpo y
herramientas para adentrarse a explorar el mundo.
Ocurre también con
los reflejos relacionados con el movimiento: si el niño no integra
el reflejo espinal de Galant, por ejemplo, ése que le hace girar la
cadera y la cabeza hacia el mismo lado cuando se toca un lado de la
columna, es posible que sea un niño con dificultad para quedarse
quieto y que cualquier roce –la ropa, la silla- desencadene el
movimiento.
Nos preguntamos, ¿cómo
podemos saber que no ha integrado un reflejo? “Los padres son los
primeros en darse cuenta de que algo no va bien”, apunta Cosano.
“Sólo han de dejarse llevar por el sentido común”, afirma.
Cuando un bebé no integra un reflejo, se nota en su movimiento,
especialmente, y en su comportamiento también (la falta de
integración de ciertos reflejos genera mucha irritabilidad, por
ejemplo). Algunas veces esas dificultades que no sabemos bien a qué
atribuir pueden estar relacionadas con reflejos activos. Es posible
que encontremos respuestas en contacto con un profesional de la
atención temprana con formación específica en reflejos.
Lidia García-Fresneda
Asesora: Trinidad
Cosano, logopeda especializada en atención temprana, experta en
reflejos primitivos. (www.centrosiete.es)
Publicado en la revista Ser Padres
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Fotos extraídas del libro:
GODDARD, S. (2005)
Reflejos, aprendizaje y comportamiento. Ed. Vida K.